La empresaria textil, Sabrina Remorini, analizó la actualidad del sector y denunció que el mercado ilegal, con centros comerciales como los de Flores y La Salada, donde la mercadería se produce en talleres clandestinos, hace a las marcas legales imposible competir.
Además, la docente de la tecnicatura en industria textil y diseño de indumentaria en el Instituto 136 de la localidad de Ensenada, señaló que las dificultades para importar están paralizando al sector.
En diálogo con Ser Industria Radio, Remorini, que cuenta con una larga experiencia en el sector y es propietaria de un taller que provee a distintas marcas, se refirió a la venta de ropa usada, un fenómeno que viene consolidándose con los años y al que analizó desde la perspectiva económica y del consumo consciente.
¿Cómo atraviesa la industria textil la crisis económica que arrastra el país agravada por la pandemia?
El textil es un rubro bastante debilitado desde hace ya tiempo en este país. Cuando hay algún cimbronazo económico o empieza la caída del consumo el sector se ve seriamente afectado porque es lo primero que uno deja de consumir. Desde hace varios años venimos con una baja del trabajo, en el que las pequeñas marcas dejaron de fabricar. La pandemia aceleró la situación y las grandes marcas tuvieron que achicar sus estructuras. A su vez se empieza a observar un resurgimiento de pequeños emprendedores que quieren tener su marca de indumentaria. Pero en este momento los proveedores de telas, avíos y materias primas, están teniendo muchos problemas porque no hay insumos. Hay un montón de cosas que vienen de afuera y al estar bastante restringidas las importaciones y no tener llegada de productos de China, sobre todo lo que son botones o cierres, es bastante difícil producir. Uno a veces tiene todas las ganas y el capital para hacer su colección de indumentaria, pero no se consiguen los insumos.
¿Cómo ves la tendencia a comprar ropa usada que, en muchos casos, llega de otros países y se vende aquí a valores accesibles?
Se puede analizar desde dos perspectivas. Desde lo económico, donde quizás las personas están buscando una opción más barata para poder vestirse. Pero lo que está sucediendo hace ya varios años, es el auge de la ropa vintage o usada que tiene que ver con un fenómeno de consumo consciente. La gente está empezando a analizar que la industria de la indumentaria genera muchísimos residuos y daños al medioambiente, entonces buscan darle un uso a aquellas prendas que otra persona ya no está usando.
¿Cuál es el futuro del sector teniendo en cuenta lo difícil que es competir, por ejemplo, con China?
Competir con China es imposible para cualquier rubro y más para un país poco industrializado como el nuestro. Lo que va a pasar de acá al futuro es muy incierto. En otras crisis económicas uno puede empezar a vislumbrar a partir de ciertas medidas que se van adoptando, qué rumbo podríamos llegar a tomar. Acá con una pandemia, sin la aparición de una vacuna y sin un montón de cosas claras, sería hacer futurología decir qué va a pasar. Más allá de la competencia con China que es real y existe, lo que más me tiene preocupada es la competencia entre el mercado legal e ilegal dentro de Argentina. El textil es un rubro muy precarizado, hay muchos talleres sobre todo de confección que trabajan en la clandestinidad, personas que al no poder conseguir otro trabajo terminan en esos lugares donde son explotados y eso da como resultado un producto muy económico. Para un taller que tiene todo en regla, empleos en blanco, es imposible competir con un mercado como Flores o La Salada. Por eso ante estos actores que son tan importantes que, en cuanto a costos y productividad nos sacan mucha ventaja, lo que tenemos que hacer los diseñadores, las marcas, los emprendedores es tratar de diferenciarnos aportando valor agregado a lo que hacemos. No solamente tratar de hacer la remera más barata, sino que tenga un diseño pensado, que sea de calidad, que esté elaborada con materiales sustentables. Tratar de transmitir a través de lo que fabricamos, un modo de vida, algo que vaya más allá de comprar una remera barata, porque si nos ponemos en esa competencia perdemos.
El fenómeno del comercio electrónico se ha consolidado y modificado parte de la actividad…
La pandemia vino a acelerar toda la cuestión de la venta online que ya venía planteándose como un nuevo modo de consumo, pero esta situación nos obligó a que si querías comprar algo teníamos que hacerlo si o si online y me parece que fue algo positivo que podemos rescatar de todo esto. En general, estos nuevos hábitos en los que uno no necesita trasladarse para comprar, sino que lo hace desde su casa, también genera otros tipos de empleos. Por ejemplo, los correos empezaron a colapsar en un momento porque había mucha demanda y eso también nos da la pauta de que ahí puede haber una buena salida laboral. También todo lo que es el marketing digital, el manejo de las redes sociales…
¿El Instituto 136 de Ensenada recibe muchos aspirantes para la producción y el diseño de indumentaria?
En los últimos años creció muchísimo el interés por la tecnicatura en Industria Textil e Indumentaria. La carrera tiene una duración de tres años y al darse en un instituto público y gratuito hace que lleguen personas desde el interior de la provincia o de otras provincias. En pandemia estamos realizando las cursadas de modo virtual y eso también favorece que puedan inscribirse personas de cualquier lugar del país hasta tanto no volvamos a la presencialidad o alguna nueva metodología que vaya surgiendo.
Además, tratamos de generar un vínculo con los estudiantes y si tienen una dificultad, los llamamos para ver qué necesitan, estar más atentos a cada particularidad para que todos puedan concretar su trayectoria. El Instituto, año a año, va mejorando la calidad de enseñanza. Estamos trabajando para organizar un ciclo de charlas tanto para los estudiantes como para quienes quieran sumarse y conocer acerca de la salida laboral.
