De estar afuera a volver a jugar: el desafío de Argentina en el comercio exterior

Argentina enfrenta el desafío de reinsertarse en el mercado internacional fortaleciendo su competitividad e infraestructura.

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25 junio, 2025

Durante mucho tiempo, en la Argentina parecía que hablar de comercio exterior era casi una utopía. Las trabas, la burocracia, los cambios constantes en las reglas del juego y un contexto interno impredecible hicieron que muchos empresarios directamente dejaran de mirar hacia afuera. Exportar se convirtió en un camino lleno de obstáculos. Además, los precios que tenían nuestros productos estaban fuera de mercado, lo que dificultaba aún más la posibilidad de competir a nivel internacional. El mundo seguía girando, pero nosotros estábamos cada vez más aislados.

Hoy, después de años de retroceso, siento que estamos ante una oportunidad concreta de volver a abrir la puerta. Se están empezando a desarmar muchos de los nudos que nos ataban, y eso ya se empieza a notar incluso en nuestros vecinos. En Brasil, por ejemplo —donde también tengo operaciones— se percibe un nuevo aire respecto a la relación con Argentina. Las grandes empresas brasileñas vuelven a interesarse, a consultar, a tender puentes. Y eso es clave, porque Brasil sigue siendo, nos guste o no, nuestro socio comercial más importante.

El MERCOSUR, que parecía haberse diluido entre desacuerdos políticos e idas y vueltas eternas, vuelve a ser una posibilidad concreta si la Argentina logra asumir su rol con madurez. No se trata solo de vender productos: se trata de integrarnos al mundo con una estrategia de largo plazo, de generar valor agregado, de salir a buscar mercados con seriedad y continuidad.

Desde espacios como el CICYP, donde confluyen las principales cámaras empresarias del país, esa agenda internacional se discute y se impulsa. Pero todavía falta que se articule más con lo territorial, con lo sectorial, con el empresario pyme que quiere salir al mundo pero no sabe cómo. Y ahí es donde tenemos que trabajar: construir puentes, acompañar a quienes están empezando, y sobre todo, tener una política de comercio exterior que no cambie cada seis meses.

La clave está en profesionalizar la salida al mundo. No alcanza con tener un buen producto. Hace falta ser competitivos, cumplir con tiempos, respetar normas, sostener relaciones y entender que la exportación no es un hecho aislado: es parte de una mirada país.

Eso incluye también revisar seriamente nuestros costos logísticos. Hoy mover un camión desde Salta al puerto de Buenos Aires puede costar más que un flete marítimo internacional. Nuestras rutas están deterioradas, el parque automotor envejecido, y el acceso al crédito es escaso o nulo. En países como Brasil, esto se resuelve con financiamiento accesible, infraestructura adecuada y políticas activas de apoyo al transporte. Nosotros necesitamos avanzar en esa dirección si realmente queremos competir.

En ese sentido, uno de los grandes desafíos que tenemos por delante es la mejora de nuestra infraestructura logística y productiva. De estar prácticamente fuera del mapa del comercio exterior, debemos pasar a fortalecer nuestras capacidades para ser jugadores competitivos y confiables a nivel internacional.

No hay comercio exterior sin competitividad. No hay competitividad sin previsibilidad. Y no hay previsibilidad sin respeto a las reglas. Necesitamos reconstruir esa cadena de confianza. Que pagar en fecha no sea la excepción, que cumplir un contrato sea lo habitual, que el que quiere crecer no esté atado de pies y manos.

Tenemos con qué. Lo que falta es el entorno. Y en ese sentido, celebro cada paso que se da para facilitar operaciones, para reducir trámites, para escuchar al sector. Pero también sé que no alcanza. Hay que ir más rápido, más profundo y con una visión más integrada.

Argentina puede volver a jugar en el escenario global. Pero para eso necesitamos más que entusiasmo: necesitamos profesionalismo, coherencia, respeto institucional y políticas de Estado. No podemos seguir mirando para otro lado mientras el mundo avanza.

Es hora de volver a creer en lo que podemos ofrecer. Y también, de volver a ser creíbles para los que nos quieren comprar.

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