En el ecosistema industrial argentino las PyMEs son el motor de la cadena de valor. Exportan, importan, participan en ferias, reciben auditorías y negocian con clientes y proveedores de todo el mundo. Y aunque el inglés técnico “de batalla” suele alcanzar para enviar correos o leer instrucciones, ¿es suficiente cuando hay millones en juego?
Las reuniones con proveedores y clientes extranjeros son cada vez más frecuentes. El inglés suele ser el idioma de trabajo y en muchas empresas son los propios gerentes o técnicos quienes se encargan de comunicarse. Sin embargo, los especialistas advierten: un inglés “suficiente” puede no ser suficiente cuando hay contratos, especificaciones técnicas o decisiones millonarias en juego.
Un ejemplo lo grafica bien: en una reunión de presentación de producto de una empresa metalmecánica, un gerente explicó que “the piece will resist”. Pero el término correcto para el caso era “withstand”. La diferencia parecía sutil, pero generó dudas técnicas y el cliente extranjero interpretó que el producto no cumplía las normas requeridas y el contrato no se concretó.
Otro caso reciente, en el sector del comercio internacional, muestra el valor agregado de los servicios de interpretación profesional. Una empresa argentina venía intercambiando correos y mensajes con un proveedor de Estados Unidos, sin lograr acordar los términos de la operación. Tanto la compañía argentina como su consultora de comercio exterior dominaban el inglés “suficientemente”, pero creían entender algo distinto de lo que los estadounidenses estaban comunicando. El malentendido se repetía y las negociaciones se estancaban.
Cuando luego de un tiempo contrataron a VML Traducciones para interpretar en una reunión virtual de apenas una hora, el panorama cambió radicalmente: cada parte entendió con claridad los puntos críticos y el acuerdo se resolvió en el momento. “Los estadounidenses incluso expresaron alivio al ver que había una intérprete profesional en la mesa virtual, porque estaban cansados de perder tiempo aclarando lo mismo una y otra vez”, relata Verónica Magán Laca, directora del estudio.

A veces los gerentes dudan en contratar un intérprete porque creen que su nivel de inglés es “suficiente”. Sin embargo, Magán Laca recuerda que no se trata de poder mantener una charla social, sino de garantizar precisión técnica y legal en negociaciones delicadas. “En castellano, cualquiera de nosotros puede explicar un producto o un proceso; pero si nos piden redactar un contrato o presentar un proyecto ante una autoridad, probablemente llamemos a un abogado o a un experto. Con el inglés pasa lo mismo: no es una cuestión de orgullo, sino de asegurar que no se pierda ningún detalle en negociaciones incluso en situaciones de tensión.”
Otro reparo frecuente es la confidencialidad: ¿qué pasa si se suma un tercero a la reunión? En este punto, los intérpretes profesionales que además son traductores públicos trabajan bajo estrictos acuerdos de confidencialidad, comparables a los de estudios jurídicos o consultoras. Tienen una responsabilidad legal y un deber de confidencialidad inherente a su matrícula profesional. “Lo que se dice en la reunión queda en la reunión. Es nuestra responsabilidad profesional, y nuestros clientes saben que la información sensible está protegida”, aclara Magán Laca.
“En la industria, la comunicación clara no es un detalle: es un factor competitivo. Nuestros clientes nos llaman cuando no quieren dejar librado al azar ni una palabra en una reunión clave. Un intérprete profesional permite que los equipos se concentren en negociar, explicar procesos y tomar decisiones, en lugar de preocuparse por si el inglés alcanzará”, afirma.
La conclusión es simple: en un sector donde se invierten miles de dólares en maquinarias, ferias y certificaciones, la inversión en un intérprete es mínima en comparación y puede marcar la diferencia entre una oportunidad perdida o un negocio consolidado.
¿Cuándo conviene contratar un intérprete?
- Presentaciones de producto o servicio ante clientes extranjeros.
- Negociaciones contractuales o de precios.
- Auditorías internacionales o certificaciones de calidad.
- Reuniones con socios o inversores globales.