En General Cabrera, una localidad cordobesa reconocida como la “cuna del maní”, una problemática histórica encontró una respuesta innovadora. La acumulación de cáscara de maní, principal residuo del proceso agroindustrial, generaba constantes incendios que afectaban la salud y la seguridad de la comunidad. Desde 2017, esa amenaza se convirtió en una fuente de energía limpia gracias a una central térmica operada por OC BIO, unidad de negocios de Prodeman, firma argentina con más de 40 años de trayectoria.
“Era un problema muy grande para nosotros y para toda la comunidad, porque ante cualquier chispa o temperatura inadecuada, ese residuo se prendía fuego rápidamente”, explicó Guillermo Chesta, jefe de Bomberos Voluntarios de General Cabrera. “Generaba muchos inconvenientes, ya que el humo llegaba a la ciudad e incluso se prendía fuego en campos cercanos. Esto implicaba una gran carga de trabajo y un uso considerable de recursos materiales y humanos”, afirmó.
El principal residuo agroindustrial de la región era también un foco de contaminación y estrés operativo para quienes debían contener sus efectos. Ante esta situación, Prodeman desarrolló un modelo basado en la valorización energética de residuos para producir electricidad renovable, reducir el impacto ambiental y mejorar la calidad de vida local.

Energía renovable a partir de cáscara de maní
Desde su planta de generación eléctrica por biomasa, la empresa procesa unas 240 toneladas diarias de cáscara de maní. “Ese material ingresa a una caldera donde se quema, generando vapor. Este vapor mueve la turbina, que a su vez alimenta un generador que produce energía eléctrica, la cual se incorpora al Sistema Interconectado Nacional”, detalló Melina Cristofolini, responsable de Asuntos Públicos de Prodeman.
La planta genera 10 megavatios de potencia y opera de manera continua durante 330 días al año. Además de utilizar residuos propios, gestiona cáscara de maní proveniente de otras industrias, promoviendo un enfoque de economía circular y cooperación regional.

“El impacto positivo en la comunidad de General Cabrera es evidente”, destacó Chesta. “Ya no enfrentamos los graves inconvenientes que teníamos antes. Para nosotros fue de mucha utilidad y la comunidad está mucho más tranquila, ya que ya no hay humo ni riesgos para los cultivos cercanos. Para una empresa que realiza este tipo de acciones, es reconfortante, porque mejora la calidad de vida de todos, genera empleo y eso se nota claramente”.
De la energía a la construcción
El compromiso con la sostenibilidad no termina con la generación eléctrica. Prodeman ha desarrollado un sistema para aprovechar las cenizas resultantes de la combustión de biomasa en la fabricación de bio-ladrillos, un material de construcción sustentable que cierra el ciclo de uso de residuos.
“En menos de diez años, en las plantas de maní hemos logrado reducir en un 47% los residuos por kilo producido y aumentar en un 40% la tasa de reciclaje”, indicó Cristofolini, subrayando el esfuerzo de la empresa por optimizar cada etapa de su operación.

La política ambiental y social de Prodeman se estructura sobre cinco ejes estratégicos: uso eficiente de recursos, seguridad para todos los actores involucrados, incorporación de tecnología e innovación, desarrollo de soluciones sustentables y creación de un ambiente laboral saludable.
Desde su fundación en 1984, la empresa se posicionó como líder del mercado agroindustrial, especialmente en la producción y exportación de maní. Sin embargo, el compromiso con la sostenibilidad va más allá del aspecto productivo: comienza en el campo, con prácticas de agricultura regenerativa que respetan y restauran el suelo, el uso eficiente del agua, la reducción de insumos químicos y la protección de la biodiversidad.