El ARA San Juan y el Tren del Once

En ambos casos se distingue corrupción del gobierno y de sus amigos contratistas en reparaciones defectuosas | Por Raúl Podetti.

11 abril, 2024

Esperé con ansias ver “ARA San Juan: el submarino que desapareció”, el documental de 8 capítulos recién estrenado en Netflix. Quería tenerlo en cuenta como un aporte más para mi próxima serie “Relatos Salvajes de la Depredación Naval Nacional”, que devela varios (demasiados) casos aberrantes.

Es que el del ARA San Juan tiene un lugar especial entre otros relatos salvajes como las compras de barcos para ARA y PNA y chanchadas varias relacionadas con la Pesca, la Hidrovía, el INIDEP, ENARSA y otros depredadores nacionales.

Al terminar la maratón de Netflix confirmé mucho de lo que venía investigando en estos años y sobre todo, me ayudó a separar realidades de conjeturas.

Algunas “realidades” del asesinato ocurrido en el ARA San Juan son las siguientes:

La reparación de media vida (2007-2014) fue defectuosa y fue un factor determinante para el hundimiento del submarino. No hay duda de que usar baterías sub-standard, en vez de nuevas y colocar otros sistemas también defectuosos les hizo ganar más dinero a algunos políticos y militares, a costa de la vida de 44 inocentes. No hay duda que si hubiesen querido brindar una mínima seguridad a los tripulantes habrían puesto equipos adecuados que cuestan un poco más reduciendo la ganancia extra, pero a cambio dan más chances de supervivencia. Ante quienes (cada vez menos) aún defienden la muy defectuosa reparación diciendo que el uso de baterías truchas no habría sido la causa de la tragedia, yo les preguntaría: ¿Si tu hijo fuese submarinista, no preferirías que haya baterías nuevas? Digo, por si acaso.

Los oficiales de la Armada ocultaron y manipularon información demostrando su responsabilidad y aumentando su clara culpabilidad en el caso. Pero lo peor que hicieron y que la serie de Netflix explicita, fue intentar culpar a los únicos que no podían defenderse: la tripulación del San Juan, sus propios camaradas asesinados. Aun no entiendo por qué razón los otros miembros de la Armada nunca se rebelaron ante semejante traición de sus superiores. Nunca entenderé esa lógica del espíritu de cuerpo a ultranza para pretender salvaguardar a la Armada, incluso en casos tan aberrantes. El encubrimiento y el silencio de los miembros de la Marina ante este asesinato, así como ante la corrupción en compras navales, los hace cómplices y en nada ayudan a “la institución”, sino todo lo contrario.

Los políticos mostraron una indignante falta de respeto y empatía con los familiares, al límite de pincharles los teléfonos y hacerles inteligencia con el pretexto de salvaguardar la seguridad presidencial al momento de reunirse con ellos. Hay claros indicios también del intento de negociado con una empresa de salvamento fantasma ligada al Ministerio y la Armada para ganarse un billete extra con la búsqueda del “coso ese”, como el ministro de Defensa llamaba al submarino, frente a los desesperados familiares.

Por otro lado, están las “conjeturas” que por lógica se ubican en un nivel inferior a las realidades señaladas y que concentran todo lo imaginable, con mayor o menor grado de seriedad. Se conjeturó que hubo un ataque de un submarino nuclear inglés o de un helicóptero británico con cargas antisubmarinas; también se dijo que se encontró el submarino a los pocos días del hundimiento, pero que se lo ocultó; y por supuesto, los valientes altos oficiales de la Armada, para ocultar su culpabilidad, conjeturaron sobre una supuesta cadena interminable de errores humanos que habría podido cometer la tripulación, ya fallecida para poder defenderse.

El asesinato en el ARA San Juan tiene, para mí, tiene una lógica muy similar a la de la matanza en el tren de Once ocurrida en el 2012. Y no es casual que evite usar la palabra “tragedia”, pues la misma no distingue si el origen es fortuito o causado, como en realidad fue el de estos dos casos tan similares.

En ambos asesinatos se distingue una base original indiscutible de corrupción por parte del gobierno y de sus amigos contratistas en las reparaciones defectuosas (baterías submarinas en un caso; frenos ferroviarios, en el otro). En ambos asesinatos hubo ocultamiento y absoluta falta de empatía de las autoridades hacia los familiares y también infames acusaciones a las víctimas (error humano del comandante en el San Juan y del motorman en el tren).

Considerando este último aspecto, quizás debería agregar un punto más a la lista de “realidades”, que por ser demasiado obvia no incluí en el inicio.

Se trata justamente, del “error humano”. Los humanos cometemos errores todo el tiempo, en cosas triviales muy a menudo y en cosas importantes también; es natural que así ocurra. (“Errare humanum est” escribieron Séneca y Cicerón). Por eso, para esas situaciones más críticas se diseñan sistemas especialmente seguros, alarmas y duplicidades de equipos que aumentan la confiabilidad, evitando catástrofes a pesar de los errores humanos que son esperables.

Estos sistemas de seguridad tienen su máxima expresión en el diseño de aviones, trenes y submarinos, donde es clave minimizar las consecuencias del error humano, que muy posiblemente ocurrirá a pesar del entrenamiento y atención. Y para minimizar esas consecuencias, que se llaman muertes, se debe invertir lo necesario en adecuados sistemas y equipos como son, por ejemplo, baterías nuevas (no truchas) en los submarinos y frenos nuevos en los trenes. Si no se hace eso, se está organizando un asesinato.

Por Raúl Podetti, Ingeniero Naval.

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