El desafío es vivir de manera sostenible

Por Manuel Jaramillo.

6 junio, 2022

Desde 1972 el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), dirige y celebra cada 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha que se convirtió en una plataforma mundial para la concientización ambiental y que busca fomentar la protección y restauración de los ecosistemas del planeta. 

El lema elegido para el 2022, “Una sola Tierra”, contiene un gran simbolismo: corresponde a la premisa elegida para la primera Conferencia de las Naciones Unidas en Estocolmo en la que se acordó el establecimiento del PNUMA, evento que puso el medio ambiente en la agenda global y condujo a la creación del Día Mundial del Medio Ambiente.

Como humanidad nos enfrentamos a una crisis ambiental compleja y compuesta: el clima se calienta a un ritmo demasiado rápido para que las personas y la naturaleza se adapten; la pérdida de hábitat, la conversión de los suelos y otras presiones sobre la naturaleza ponen en peligro la biodiversidad; y la contaminación del aire y del agua continúa siendo una alerta global. La gravedad de la situación requiere acciones concretas: la diversidad y conservación de los ecosistemas de nuestro planeta son la base del bienestar de las sociedades y de la prosperidad humana. Sin embargo, los avances económicos, tecnológicos y sociales han llevado a reducir la capacidad de la Tierra para hacerlo posible.  

El mayor desafío es conservar la biodiversidad al mismo tiempo que se aseguran los sistemas productivos. Es necesario que nuestro país y el mundo, revise y modifique la forma en la cual se abastece de energía, asegura la alimentación de sus habitantes y genera recursos económicos para el desarrollo de la sociedad. En este re diseño es importante entender que, más allá de lo que se hace, lo fundamental es cómo y dónde se hace. El modelo productivo y comercial actual toma los beneficios y muchas veces deja las deudas ambientales y sociales que producen.

Para alcanzar las metas y mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C es urgente reducir a la mitad las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para 2030. Lo mismo sucede con la contaminación marina, la contaminación por plástico en los ecosistemas marinos se podría duplicar al 2030 si las condiciones continúan siendo las mismas.

Pero contamos con una oportunidad, porque la ciencia es clara y la transformación necesaria: las economías mundiales deben reconvertirse, como también los sistemas productivos necesitan encaminarse hacia modelos más respetuosos con los servicios que la naturaleza provee. A nivel global y nacional el primer problema ambiental es la confrontación y la falta de diálogo; la defensa a ultranza de paradigmas contrapuestos y la re-aparición del dilema “producción vs conservación”, argumento que debería estar superado, pero en la que práctica aún sucede.

Una sostenibilidad eficiente es aquella que se aplica de manera transversal: desde la producción de energía y productos, hasta las formas de comercio o el transporte, pasando por cómo vivimos, cómo son los sistemas alimentarios y económicos. La toma de decisiones sobre las políticas públicas y comerciales debe tomar en cuenta el análisis de los impactos que estas mismas acciones podrían producir sobre los ambientes, las especies y los servicios ecosistémicos asociados. La promoción de buenas prácticas productivas que incluyan la variable social y ambiental al mismo nivel que la económica, y el ordenamiento ambiental del territorio que preserve las áreas naturales de mayor relevancia, restaure los ambientes que sean necesarios y asegure la conectividad de las áreas remanentes, son elementos claves para la verdadera articulación entre producción y conservación. Sólo así, cambiando este paradigma, lograremos vivir en armonía con la naturaleza, en este, el único planeta que podemos habitar.

El presente y el futuro del ambiente requieren de esfuerzos para conservarlo, restaurarlo y aprovecharlo de manera sostenible, articulando producción, ambiente y desarrollo.

 

¿Cuál es el panorama?

Las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces sufrieron una disminución promedio del 68% debido a la destrucción ambiental por las actividades humanas En América Latina la reducción, en promedio, fue del 94% y las principales amenazas son la alteración de bosques, humedales, pastizales y sabanas, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas (Informe Planeta Vivo 2020)

La deforestación y la trasformación de ambientes naturales son las grandes amenazas para la biodiversidad y para otros importantes servicios ecosistémicos. Es el caso del Gran Chaco, que se encuentra entre uno de los 24 frentes de deforestación a escala global – 9 están en América Latina. (Reporte “Frentes de deforestación; impulsores y respuestas en un mundo cambiante” WWF)

La explotación de combustibles fósiles, tanto en tierra firme como en off shore, contribuye significativamente al aumento de fuentes de energía contaminantes, incrementando los gases de efecto invernadero que acrecientan los efectos negativos del cambio climático. Esta explotación retrasa día a día la aplicación de tecnologías ya ampliamente conocidas para la generación de energías renovables.

El Mar Argentino y sus zonas de influencia se encuentran amenazados por la sobre explotación y el descarte pesquero, a la par de los efectos sumamente negativos que produce sobre la fauna y especies marinas la contaminación generada por la basura plástica, tanto de las ciudades como de la actividad pesquera. (Censo Provincial de Basura Costero Marina y Descarte Pesquero)

Por Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.

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