El impacto disruptivo de China sobre el MERCOSUR

Los efectos más inmediatos se aprecian en el mercado automotriz, pero su alcance es mucho más extendido y profundo | Por Jorge Vasconcelos.

21 agosto, 2024

En 2024 se está produciendo un quiebre del statu-quo del MERCOSUR y no tiene que ver con la decisión de los gobiernos de los países socios de resetear un tratado que hace rato ha fracasado. El desencadenante es el salto del market share de los productos provenientes de China en el total de importaciones brasileñas y una serie de inversiones efectuadas por empresas chinas en el vecino país que, a poco de andar, habrán de modificar la trayectoria del comercio bilateral de Brasil con cada uno de los socios de la región.

La novedad tiene que ver con el hecho que la protección arancelaria del MERCOSUR está siendo perforada por China (¿a pesar de Brasil? y con las inversiones en marcha, esa misma barrera puede hacer que las consecuencias se concentren en el seno del mercado común. Es posible que los efectos más inmediatos de este nuevo escenario se aprecien en la dinámica del mercado automotriz de la región, pero su alcance es mucho más extendido y profundo.

Partiendo de un market share de China en las importaciones totales de Brasil estabilizado en torno al 22,0% desde el 2020, este año se aprecia un abrupto salto interanual de 2,5 puntos porcentuales, con datos hasta julio. De esta forma, en siete años China estará aumentando en 6,9 puntos porcentuales su participación en el total de importaciones de Brasil, pasando de 16,8 a 23,7 % entre 2017 y 2024. En igual período, el market share de Estados Unidos se
contrae 2,8 puntos, de 18,2 a 15,4 % y el de Argentina en 1,2 puntos, descendiendo de 6,0 a 4,8 % su participación en las importaciones totales de Brasil.

No es el propósito de este artículo profundizar en las connotaciones geopolíticas del fenómeno detectado, pero si subrayar su posible impacto en los flujos de comercio en el seno del MERCOSUR. La punta del iceberg parece ser el mercado automotriz y esto tendría rápidas consecuencias.
De los US$ 9,0 mil millones que este año se estarán incrementando las importaciones de Brasil originadas en el país asiático, hasta llegar a un estimado de US$ 62,0 mil millones, más de la mitad de esa variación se explica por el boom de autos made in China experimentado en meses recientes. Las importaciones de vehículos de pasajeros de Brasil, de cualquier origen, que aumentaron de US$ 3,9 a 6,1 mil millones entre 2022 y 2023, están escalando este año a una cifra que apunta a superar los US$ 9,0 mil millones, extrapolando las variaciones del primer semestre. Al interior de ese segmento, se destaca el incremento estimado de casi US$ 5,0 mil millones entre 2023 y 2024 para las importaciones de vehículos de pasajeros originadas en China.
De esta forma, con estimaciones todavía preliminares pero que ilustran sobre la magnitud del giro experimentado en doce meses, tenemos que, frente al estancamiento de la Argentina como proveedor de vehículos a Brasil irrumpe con fuerza inusitada la competencia asiática, aunque en un nicho de mercado diferente, en el segmento de autos eléctricos e híbridos.

El año pasado, China le vendió a Brasil por US$ 1,2 mil millones en este tipo de productos, mientras la Argentina alcanzaba a US$ 2,4 mil millones. Este año, estos guarismos serían de US$ 6,1 mil millones y 2,0 mil millones, respectivamente. A modo de ejemplo tomemos vehículos importados por Brasil. Los provistos por China ahora son el triple de los originados en la Argentina (medidos en dólares) cuando doce meses atrás eran la mitad.
Esta dinámica tendrá una vuelta de tuerca adicional cuando las fábricas de origen chino comiencen a producir autos en Brasil, algo que ocurriría a partir de principios de 2025, de acuerdo a los anuncios efectuados por la compañía BYD (que a escala global compite con Tesla), que recientemente compró las instalaciones que pertenecían a Ford en Bahía, seguido por otros proyectos en agenda, caso de la firma GWM.
Como es sabido, conviviendo con el MERCOSUR existe un acuerdo automotriz de “comercio administrado” entre los países de la región, con un estatus especial. Para el caso de la Argentina y en esta etapa, cada US$ 100 dólares que se exportan a Brasil habilitan importaciones de ese origen por US$ 190.

Este ratio, denominado flex, se habrá de ampliar hasta 3 a 1 en el 2029, previéndose para después una liberalización de los intercambios. Así, en un quinquenio, US$ 100 de exportaciones a Brasil habilitarán importaciones desde ese país por US$ 300. En la medida que los autos producidos en las nuevas plantas brasileñas cumplan con las denominadas reglas de origen, el fenómeno de ganancia de market share logrado por las unidades chinas en Brasil podría replicarse en la Argentina y en el resto de los socios del MERCOSUR. Esta ruptura de los equilibrios previos en el mercado automotriz tendrá consecuencias, a su vez, en la cadena de valor del sector, con impacto sobre autopartistas y otros actores del complejo.
Desde hace tiempo se cuestiona la arquitectura del MERCOSUR por la falta de incentivos para mejoras sostenidas de competitividad al interior de la región, que permitan a su vez ampliar la inserción de los países miembros en la economía mundial.0

Pese a estas falencias, ha predominado el “statu quo”, un estado de situación que, de todos modos, no es inmune a los cambios que ocurren a escala global, sea por innovaciones tecnológicas o por factores geopolíticos. Pese al elevado arancel externo común fijado por el MERCOSUR para protegerse de la competencia externa, los datos de comercio exterior de Brasil de este 2024 están reflejando un fenómeno disruptivo no contemplado en los lentos trámites de la burocracia estatal.
La respuesta de política de la Argentina no debería ir por el lado de más proteccionismo, porque esa receta está contraindicada para avanzar en productividad y competitividad. Sí conviene desarrollar incentivos para que las actividades productivas puedan lograr ganancias de escala y de especialización. No sólo en el segmento automotriz.

Por Jorge Vasconcelos, economista y vicepresidente e investigador jefe de IERAL de Fundación Mediterránea.

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