“Estamos a la altura de las mejores fábricas de soda, agua y hielo del país”

María del Carmen Hermida repasó la historia de la empresa familiar que no deja de ganar mercados.

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7 junio, 2025

La historia comenzó hace muchos años, cuando llegó a la Argentina un matrimonio de Galicia con su pequeña hija, en busca de un horizonte que les permitiera acercarse a sus sueños. En La Plata, los esperaba una tía que se anticipó a cruzar el Atlántico y no dudó en pagarles los pasajes y hacerles un lugar en su casa.

“Rápidamente mi padre comenzó con un reparto de leche y mi mamá ya tenía el oficio de costurera”, recuerda María del Carmen Hermida al dialogar con Ser Industria Radio. Su apellido ya es una marca registrada. Hermida produce y distribuye una amplia línea de productos, entre los que se destacan su soda, aguas y el hielo. Desde 1973, el crecimiento no se detiene y la empresa expande su área de influencia más allá del Gran La Plata.

El emprendimiento familiar, que María del Carmen lleva adelante con sus hermanos Juan José y Leonardo, está próximo a cumplir su primeros 52 años y ya incorporó a sus filas a la tercera generación. Su historia es conmovedora, su éxito es fruto del esfuerzo incansable del matrimonio de gallegos que supo transmitir a sus hijos la cultura del trabajo quienes, haciendo honor a sus padres, siguen generando nuevos proyectos,

¿Cómo nació la empresa?

Mi familia llegó a la Argentina cuando yo era muy chica. Antes había llegado un tío y una hermana de mi papá, mi tía Maruja, quien nos cobijó. Mis padres querían mejorar su situación económica porque en el campo se comía de lo que se cosechaba pero no había dinero. Mi mamá se cansó de eso y veía que podía lograr un mejor porvenir. Por eso le escribió a mi tía, que le respondió con los pasajes. Vivimos con ella  hasta que mi padre pudo comprar una casa, pagó el pasaje y el reparto de leche que hacía con un carro y dos caballos por la zona del Carmen, porque vivíamos en calle 92 y ruta 11.

¿Qué hacía tu mamá?

Mientras tanto mi madre cosía. Vivíamos con lo que ganaba ella y ahorramos los ingresos de mi papá. Fueron muy sacrificados, pero en nueve años, pudieron comprar cuatro casas, en aquel momento los alquileres rendían. Luego volvimos a España porque mi abuela se enfermó y mi mamá quiso estar con ella. Estuvimos allá un año y al volver  aprobé sexto grado libre. Cuando regresamos empezaron las fábricas de leche, dejaron de trabajar los lecheros puerta a puerta y mi papá estuvo empleado de albañil. Pero a él le gustaba la calle y compró un fondo de comercio del reparto de soda de 60 cajones muy chiquitos. Se llamaba “La Calabresa”.

Una imagen del primer producto y su fundador, don Manuel Hermida.

¿Cómo te sumaste a la empresa?

Crecí y me fui metiendo en el negocio. Mi padre me enseñó a manejar camiones  a los 14 años. Mi mamá cosía, hacía los quehaceres de la casa y me cuidaba… Así fue la vida de  casi todos los inmigrantes que se olvidaron de vivir y vinieron a trabajar de domingo a domingo, 18, 20 o 22 horas por día, una locura.

La empresa tiene más de 50 años…

Cumple 52 años en octubre. Mis hermanos y yo, estamos muy agradecidos del esfuerzo hecho por mis padres. Nos enseñaron a ser una familia unida. Para nosotros, el trabajo está primero que nuestra propia vida, aunque no sé si todos lo ven así. Creo que los inmigrantes sí, porque pasaron muchas necesidades y al querer salir de esa situación no miran el tiempo ni las horas. Mi papá estuvo nueve años repartiendo en Villa Montoro y no cruzaba la calle 80. En ese tiempo, no conoció ni Punta Lara, trabajaba de domingo a domingo. Recién fue a ver el río cuando compró las cuatro casas.

Con tanto vaivenes en la economía Argentina, ¿tuviste ganas de radicarte en  España?

Sí claro. A los 18 años me quise volver porque acá era hija única, después nacieron mis hermanos. Allá tenía abuelos, primos y acá éramos nosotros tres, mi tía, mi tío y dos primos hermanos. Mi madre lloraba en Navidad porque extrañaba a su familia, a sus 12 hermanos,  mi papá tenía seis. Siempre estábamos trabajando, ayudando en la fábrica y haciendo trámites. Imaginate que a los 14 años manejaba camión Bedford con acoplado.  Íbamos hasta Inverlac a comprar la leche, porque papá intentó seguir con el reparto en camión, pero no resultó. Así encontró esta fábrica de soda. Vivió hasta los 81 años gracias a René Favaloro, que a los 53, cuando le detectaron una enfermedad cardíaca, lo operó sin  cobrar un peso. Desde entonces, mi marido y yo, junto a mi mamá tratamos de salvar la sodería. Ella quería vender. pero mi marido la convenció. Teníamos dos camiones…hoy tenemos más de 30 repartos y casi 50 camiones con los de repuesto.

 ¿Cómo está la empresa?

Luchando. Nos fue muy bien en los años 2000, ahí crecimos un montón. Mis hermanos  Juan José, diseñador industrial y Leonardo, contador, crecieron y se involucraron. Hoy  son el pilar de la empresa y también están mis tres hijos. Nuestra vivencia es la de todas las empresas familiares. 

¿Cuándo sumaron el agua?

Desde 1992. Le compramos 20 botellones a un colega para ver cómo funcionaba. Los vendimos rápidamente, al día siguiente compramos 40, al otro 80 y llegamos a comprarle  300 botellones diarios. Ahí decidimos. Marcel, que en ese momento era la empresa que hacía las máquinas soderas tan hermosas, nos hizo la máquina con un pico para llenar botellones y así empezamos. Actualmente los camiones reparten soda y bidones de agua. Después están los específicos de botellones grandes, de 20 litros y el hielo que llevamos a  bares, salones de fiesta, estaciones de servicio, kioscos. La empresa creció y sigue analizando proyectos.

En las últimas décadas creció el consumo de agua, ¿se ha revalorizado?

Hace unos años empezó como una moda. Se instaló que hay que tomar agua para adelgazar, hidratarse, mejorar la piel y es verdad que ayuda. También a la digestión, la flora intestinal… Es muy beneficiosa. Siempre tratamos de mejorar, seguimos apostando,  compramos máquinas, estamos con nuevos emprendimientos que oportunamente les comentaré.

Los productos de Hermida cumplen con los niveles mas altos de calidad.

 ¿Llegó la tecnología al sector?

Sí, mucho. Tenemos máquinas monstruosas, de acero inoxidable. Estamos a la altura de las mejores embotelladoras y fábricas de soda, agua y hielo del país. Son máquinas espectaculares y nos enoja que circulen para el consumo humano productos que compiten en el mercado sin el aval de la ANMAT ni número de habilitación. Hay muchos “aguateros truchos”. Por eso le pido a la gente que se fijen bien lo que consumen. Con nuestra agua hacen las mamaderas en el Hospital de Niños. Es de muy buena calidad y tengo que defender lo que tanto nos costó lograr. La competencia es sana siempre que sea dentro de la ley. Hay que observar el rótulo, que debe tener número de habilitación, número de registro… Nosotros lo tenemos a nivel nacional y el código de barras que se exige. También tenemos agua bajo sodio. 

¿Cuántas personas trabajan en Hermida?

En este momento tenemos 93 empleados. El año pasado eran 70, seguimos creciendo. 

Todo un mérito, sobre todo porque en 50 años pasaron muchas crisis…

Sí, un gran mérito, pero con todos los gobiernos nos fue bien. 

¿La empresa se caracteriza por planificar a largo plazo o van día a día?

Siempre tenemos proyectos y estamos con ambición. En sus últimos días, mi papá se preocupaba por saber si estábamos bien de ventas y mi mamá era una leona, manejaba las máquinas. Embarazada de mi hermano más chico, con una maquinita de dos picos envasaba toda la mercadería. Eran admirables y lamentablemente, se perdió muchísimo la cultura del trabajo, sobre todo en los chicos de 30 y pico 20 y pico.

¿Fueron profesionalizando las áreas?

Sí, la empresa está profesionalizada. Los chicos salen con sus hojas de ruta en el celular,  de ahí mandan todo a una computadora y sale la liquidación diaria automáticamente. También hay controles manuales, de carga y descarga, que luego se digitalizan y hacemos todo el seguimiento de los camiones. Incorporamos contadores. abogados, asistente de impacto ambiental e higiene. El agua es el primer producto alimenticio en la cadena, es esencial. Sin ella no podemos vivir, somos agua.

¿Es difícil armonizar los roles en la empresa familiar?

Para nosotros no, nos llevamos muy bien. Tenemos distintas formas de pensar pero lo charlamos, salimos a la calle y la peleamos. Hay que trabajar. no queda otra. El que no  trabaja, no va a progresar.

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