Con la cosecha gruesa en sus etapas finales, el agro argentino vuelve a enfrentar un desafío recurrente: cómo mover millones de toneladas de granos de manera eficiente en un contexto de alta presión económica, escasa infraestructura y baja digitalización.

Según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el volumen total de producción agropecuaria alcanzará los 135,7 millones de toneladas, lo que generaría ingresos por exportaciones del orden de los US$ 31.600 millones. Este volumen se posiciona como el segundo más alto de la historia, solo superado por la campaña 2018/19.

Esta etapa del año, que incluye cultivos como la soja, el maíz, el girasol y el sorgo, representa el momento más intenso en términos logísticos para la industria agropecuaria:  el agro moviliza al menos un tercio del transporte pesado del país y si se suma la logística de siembra, ese número llega fácilmente al 50%.

“Históricamente el agro es una industria que sufre mucho las deficiencias de infraestructura, tanto a nivel municipal como provincial y nacional”, resume Diego Bertezzolo, CEO y cofundador de Avancargo. La falta de rutas en condiciones, la concentración del tránsito en arterias como la Ruta 9 o la Ruta 14 y la baja inversión en nodos logísticos estratégicos generan cuellos de botella que impactan en tiempos, costos y eficiencia.

La logística del agro no es solo volumen, sino también complejidad. El ecosistema abarca desde grandes productores que despachan directo a puerto hasta pequeños productores que dependen de acopios; incluye semilleras que además de vender también cosechan, transportistas independientes, cooperativas, y firmas de insumos. “Es un ecosistema muy grande y muy atomizado. Y la logística, en definitiva, es el corazón de esta industria“, agrega Bertezzolo.

En ese contexto, la tecnología aparece como un factor transformador, aunque con un largo camino por recorrer. “Nuestro rol en esta industria muchas veces no es solo posicionar camiones, sino coordinar operaciones complejas. Cuando coordinás en base a información, empezás a ver los puntos de mejora”, explica el CEO de Avancargo, la plataforma 4.0 que conecta a dadores de carga con transportistas para optimizar la logística terrestre.

Durante la última campaña, la empresa coordinó 1.936 viajes en tres meses, con una flota de 325 camiones de 12 proveedores distintos. Pero más allá de los números, lo que marca la diferencia es cómo se coordina la información. “Cuando hablamos de eficiencia, hablamos de cómo gestionás muchas variables: desde tiempos de carga y descarga hasta elección del tipo de unidad. Todo eso se puede mejorar si la información fluye”, afirma.

El camino a la digitalización

Según Bertezzolo, uno de los principales cuellos de botella es la comunicación entre los distintos actores. “En agro, la información todavía se maneja muy analógicamente, muy a la vieja usanza. Muchas veces el canal principal sigue siendo WhatsApp y en formato audio”, detalla. Por eso, Avancargo trabaja actualmente en el desarrollo de soluciones con inteligencia artificial que permitan capturar y procesar datos desde conversaciones informales, agilizando el ingreso y salida de información en su plataforma.

La digitalización, sin embargo, choca con resistencias culturales y estructurales. “El productor es innovador, pero no regala un peso. En logística, aún hay mucho por hacer”, advierte Bertezzolo. Explica que el mayor avance “se ve en las áreas de distribución de insumos, donde los procesos son más previsibles y están mejor planificados”.

Pero la urgencia está puesta en la cosecha, donde el impacto económico de la ineficiencia se multiplica. “Hay camiones que están tres, cuatro o cinco días esperando para cargar o descargar. Y no siempre hay una noción clara, ni del lado del transportista ni del operador, de que ese tiempo vale plata. Si esas ineficiencias las multiplicamos por los 5 millones de viajes que se hacen, el impacto es gigantesco”, remarca.

Las condiciones macroeconómicas del país suman otra dificultad. “Hoy a todo el mundo se le duplicaron los costos y los ingresos no acompañaron”, comenta el CEO. A pesar de eso, el sector mantiene una expectativa moderadamente optimista, esperanzado con una posible baja de retenciones y con una cosecha que, aunque no extraordinaria, podría generar movimiento.

Un ejemplo concreto de mejora a través de la tecnología fue el trabajo que la empresa hizo con Syngenta, que permitió ampliar zonas de cobertura y aumentar significativamente la eficiencia operativa. “Mejoramos un 62% el delivery on time respecto al año pasado. Y, eso es posible solo gracias al equipo que opera con tecnología e información precisa y en tiempo real”, relata Bertezzolo.

En definitiva, la clave para sortear los desafíos logísticos del agro argentino está en la digitalización integral de la cadena. “No se trata solo de digitalizarse, sino de tener procesos integrados. Cuando tenés tanta gente distribuida en tantas partes, eso es fundamental. El proceso integrado te lo va a dar la digitalización misma”, concluye.

La cosecha gruesa de 2025 vuelve a poner a prueba una estructura logística que arrastra décadas de desinversión. Pero también evidencia que, con tecnología, coordinación y visión, hay espacio para mejorar. Y en un país donde el agro sigue siendo uno de los motores económicos principales, esas mejoras pueden hacer la diferencia.