Transformación Digital: las PyMEs Argentinas frente a la Industria 4.0

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15 octubre, 2021

Vamos a hablar de Empresas, sobre todo PyMEs; de trabajo y de trabajadores; de producción y nivel de ocupación de las personas humanas. Es decir, en el fondo, trataremos de la generación y reparto de riqueza, de bienes y de calidad de vida para los actores involucrados y que, en este caso, somos todos.

Si, en esta obra todos participamos, nadie queda fuera. En esencia, vamos a tratar acerca de cómo las empresas van a hacer uso de las tecnologías a su disposición para incrementar y mejorar su producción, su competitividad y su nivel de ingresos, así como –aquí lo importante y trascendente- vamos a tratar la relación entre las empresas, la automatización, la robótica y otras tecnologías avanzadas y el mundo del trabajo humano. 

El contexto nos muestra que se avecinan tiempos difíciles y conflictivos en lo que hace a estos tópicos: las Empresas luchan en un mundo altamente competitivo, mientras la automación, junto a la robótica, fuertemente apoyadas por tecnologías donde los modernos conceptos de fabricación automática (la I4.0), permiten producir más, a menor costo, en el momento justo y adecuado y prescindiendo parcial o totalmente de personas humanas. 

Hoy y de manera creciente, mucho es posible hacer sin participación humana. Estos conceptos, avalados por cifras, dispararon una alerta en el año 2013, ya que un estudio de la Universidad de Oxford afirmaba que “en alrededor del 50% de los actuales empleos en los EEUU el humano que lo ocupa puede ser sustituido por una máquina, robot o mecanismo automatizado”. 

De ocurrir esto, el trabajador perderá su empleo, dejará de percibir sus ingresos y estará impedido de generar demanda y consumo. Por idéntico motivo el fisco dejará de percibir una importante porción de sus ingresos los que quedarán en manos de las Empresas. Se romperá así el necesario equilibrio actual que hoy regula las relaciones entre la Comunidad (a través del Fisco), el Capital (las Empresas), el Trabajo (Humano) y el nivel de Producción resultante. 

Intentaremos mostrar que los Estados y la Sociedad toda, más allá de lo ideológico, deben participar e intervenir en este proceso para -en conjunto- redactar y poner en vigencia un verdadero Nuevo Contrato Social, que regule las relaciones que vinculan y fundamentalmente vincularán a las partes involucradas. 

La industria es una actividad humana que, en un proceso guiado por saberes y habilidades, permite aplicar una cierta dosis de energía a materias primas con el fin de transformarlas y obtener bienes con utilidades diferentes y/o superiores a las originales. Desde los albores de la humanidad, el hombre, actor único y fundamental de este proceso, debía aportar o gestionar todo lo necesario para que la labor industrial se lleve a cabo. 

Así debía proveer la energía (la “acción”, el músculo); los saberes (el ¿qué hacer?) y las habilidades (el ¿cómo hacerlo?), a la par de gestionar la obtención de las materias primas necesarias para, finalmente, darles a los productos obtenidos algún destino y uso.

La Industria es así una actividad humana, característica, única de nuestra especie. Es, quizás, un rasgo distintivo de la misma. Nada en el entorno que nos rodea fue nunca capaz –hasta hoy- de actuar de esta forma. 

Pero, desde hace unos doscientos años, tecnología mediante, este esquema comenzó a modificarse y uno a uno los insumos de la actividad industrial se fueron transfiriendo del hombre a artilugios no humanos. Primero fue la componente Energía: se transfirió del Músculo Humano a algún tipo de Motor. (1ra Revolución – Aprox. 1800). Luego las Habilidades se fueron trasladando a Mecanismos, ingenios que ejecutan las acciones rápida-, eficiente- y repetitivamente (2da Rev. Aprox.1900). 

Luego los Saberes necesarios para dar fin a los productos pasaron del Cerebro Humano a la Computadora de Control. (3ra. Rev. – Aprox. 1960). Es así como se evoluciona transitando, una a una las tres Revoluciones Industriales ocurridas hasta mediados del Siglo XX, pasando de una a otra en un proceso/progreso constante que, visto con ojos de hoy, se lo categorizaría como “Lento”.

Con la tercera revolución en marcha la industria disponía de máquinas, equipos y automatismos capaces de producir bienes sin participación humana, pero con un nivel tecnológico tal que dicha participación humana era -y es aún- necesaria para realizar un conjunto imprescindible de actividades extra máquina, necesarias para obtener el bien (abastecimiento de la materias primas, energía, insumos, logística, finanzas, decisiones estratégicas, etc.) actividades éstas que se sobrentienden reservadas para el humano. 

Finalmente, con el advenimiento del nuevo siglo se advirtió que una nueva revolución estaba en marcha: la cuarta, conocida hoy como I4.0. Ésta no estaba, ni está, caracterizada como las anteriores por un elemento particular o una tecnología novedosa, sino por la integración y la operación conjunta de varias tecnologías cuyas prestaciones se ven potenciadas por un poderoso efecto sinérgico. 

Estas tecnologías, tales como, la Robótica, Big Data, Fabricación Aditiva, Cyber Seguridad, IoT, Computación en la Nube, Realidad Aumentada y varias otras, todas vinculadas a las TICs y al mundo digital y contando con la IA (Inteligencia Artificial), tecnología común, transversal a todas, capaz de ejercer la totalidad de las funciones del humano. ¡Incluidas aquellas de naturaleza intelectual que siempre se consideraron “exclusivas” de nuestra especie! 

El conjunto de todas estas tecnologías operando colaborativamente, en forma integrada y coordinada, asociada a la IA, el Gestor Máximo del Conjunto que vincula a todo el conjunto con acciones locales y remotas incluso incluyendo procesos a nivel mundial (automáticamente a través de redes de datos), genera la posibilidad cierta de Producir Bienes en forma –ahora sí autónoma, sin o con un mínimo- de participación humana y, por lo tanto, con una importante disminución de puestos de trabajo.

En principio, hoy, con el nivel tecnológico existente, se han realizado estudios que conducen a que alrededor del 50% de los trabajadores humanos actuales pueden ser reemplazados por una máquina o conjunto de máquinas. Solamente considerando los efectos que produce la Robotización de los procesos, un estudio realizado en el MIT (EEUU) hoy, cada robot, que por una parte crea y por otra elimina puestos de trabajo, el balance promedio da un saldo negativo: 3,3 puestos de trabajo menos. iii Este es el problema que debemos encarar: 

La tecnología debe mejorar la calidad de vida a todos, ¡No debe transformar el mundo en un caos de desocupación, hambre y miseria! Es evidente que a medida que la tecnología se va superando este problema se agrava: Cada vez resulta posible y alcanzable la sustitución de puestos de trabajo donde se requieran capacidades intelectuales crecientes. En principio NADIE está a salvo. iv I4.0: Digitalización, Robotización, Prosperidad y Abundancia. 

Cuando de Prosperidad y Abundancia hablamos debemos distinguir claramente si estamos observando a lo Individual o a lo Colectivo pues estas concepciones pueden llegar hasta a representar conceptos contrapuestos: Prosperidad Individual no significa necesariamente que, a través de un “Efecto Derrame” un eventual estado de bonanza en lo micro, se traslade a lo colectivo, a la sociedad toda. Es posible que los beneficios se mantengan en el individuo o beneficien a un cierto sector de la sociedad (gremio, profesión, etc.) y que los efectos beneficiosos no se extiendan a la totalidad de la Sociedad. 

En lo que hace a la incorporación de las tecnologías TICs a las empresas industriales (Digitalización, I4.0 y sus tecnologías vinculadas) puede observarse el siguiente fenómeno: El individuo, en este caso ser “La Empresa” y lo colectivo sería “La Sociedad” en su conjunto. Analizando solamente los efectos de la incorporación de robots al proceso productivo: Por cada robot incorporado, la relación Creación vs. Eliminación de puestos de trabajo resulta en -3,3 tal como se vio antes. (Ref. iii) este balance resulta de los (Aprox. Seis) puestos que son directamente asumidos por el robot menos los (Aprox. Tres) puestos nuevos, inexistentes antes, y que son imprescindibles para que el equipo opere adecuadamente. 

Aquí cabe una advertencia: Los puestos de trabajo (de alta calidad) que ineludiblemente crea la instalación de un robot, si bien son ineludiblemente generados, esto ocurre –generalmente fuera de la Empresa que adopta la máquina y, como en Argentina no se diseñan ni fabrican los robots ni sus partes, debe concluirse que: En que lo que hace al balance ocupacional, la situación es aún más grave de lo que ocurre en el resto del mundo industrializado: La empresa que pone un robot a trabajar disminuye numérica y directamente todos los puestos que la máquina remplaza, pero… la creación de puestos de trabajo de alta calidad que acompaña a esta caída del empleo, se realiza en otra Empresa, en otro lugar y, para Córdoba y Argentina fuera del territorio nacional: se disminuyen puestos de trabajo en nuestro Territorio y Se Crean posiciones en EEUU, Alemania, Japón o China donde los autómatas se diseñan y fabrican. Para nuestros países en vías de desarrollo el problema se manifiesta doblemente. Por un momento solamente se considerará y analizará el problema más serio: El balance negativo en el nivel de empleo que trae aparejada la adopción de las nuevas tecnologías.

¿Significa el resultado del balance anterior que no debemos incluir estas tecnologías en los procesos productivos? No, no es ni puede ser así. No podemos perder el significativo y creciente incremento productivo y la abundancia de bienes que el progreso tecnológico –en general- y la I4.0 en particular trae consigo!!! Más aún: La I4.0 que deb ser adoptada por nuestra industria so pena de perder todo rastro de competitividad, hecho gravísimo que imposibilitaría la exportación de productos con valor agregado importante, desaprovechando la posibilidad de nuestra inserción en el mundo. 

Ahora bien: Ya se observó que esto trae consecuencias que alteran el equilibrio entre las Empresas, los Trabajadores y la Sociedad en su conjunto, lo que nos conduce al siguiente escenario: incorporación a ritmo acelerado -dadas las ventajas que aportan a la producción- de sistemas automatizados y robots, los que van desplazando a trabajadores humanos en cada vez más posiciones laborales, incluidas aquellas con importantes requerimientos intelectuales. Dado que en nuestro país no se produen estos sistemas: la creación de empleo que su diseño y manufactura genera ocurre en los países de origen de estos equipos. Dado que la demanda de productos no crece a igual velocidad (incluso hoy atravesamos una crisis con retracción de la demanda) no resulta sencillo hallar nuevos puestos de trabajo para quienes han resignado sus posiciones ante las máquinas.

Estos argumentos se magnifican pues el fenómeno, que en el pasado ocurrió en varias ocasiones, hoy, a diferencia de lo ocurrido antes, es global y afecta a todas las actividades en forma simultánea, no existiendo, por lo tanto, sector alguno que eventualmente pudiere absorber la creciente masa de trabajadores desplazados. Estos cambios paradigmáticos graves, profundos, ocurren en un universo donde las leyes están establecidas desde hace mucho tiempo y éstas fueron fijadas acorde con la estructura del mundo de ese momento. Éstas contemplan -por ejemplo- una jornada de ocho horas diarias y cuarenta semanales, una cierta cantidad de días festivos, un cierto número de días (promediados) de enfermedad, vacaciones, etc. A las claras se muestra que: Como se requiere que estas tecnologías deben ser adoptadas y como la idea central es que la tecnología debe proveer bienestar para todos, de ninguna manera podrá llevar a la sociedad a un caos indescriptible con un ejército de desocupados…

Entonces algo del contexto debe ser alterado y esto, necesariamente, lleva a una intervención del Estado: Se requiere la modificación de las actuales reglas de juego. Es insostenible un ingreso creciente de robots y mecanismos automáticos sustituyendo personas, en un contexto recesivo o, incluso, en un escenario de demanda razonablemente creciente, sin proveer un cambio en las leyes que regulan actualmente las relaciones entre las Empresas (“El Capital”); la sociedad toda a través de las cargas impositivas que se imponen al Capital y al Trabajo y la Fuerza Laboral (Los Sindicatos y organizaciones similares. 

Todo parece mostrar que lo indicado para alterar del contexto actual es el número total de horas laborales que se exige a cada trabajador para llegar a percibir un salario completo. Incluso, determinado un mecanismo que permita hallar este número, en el futuro sería sencillo reajustarlo ante nuevos desequilibrios provocados por eventuales, nuevos avances tecnológicos. 

Hoy, el número de 8hs/día, 40 o 44 semanales (“Sábado Inglés”) parece ya excesivo para lograr un nivel de ocupación razonable y, a corto plazo será imperativo la disminución de ese número total por trabajador. Esto no es más que la natural evolución de la sociedad: un par de generaciones atrás, nuestros abuelos, trabajaban doce o más horas diarias. Hoy ese número es ocho, a corto plazo quizás se fije en seis y, posiblemente a largo plazo, será en un valor muy bajo, valor que necesariamente tenderá a cero. Se traslada el núcleo del problema.

La solución vislumbrada impresiona como matemáticamente acertada, pero, para que sea posiblemente válida, debe responderse y dar solución a un nuevo problema: Esta solución tiene costos ¿Quién los paga? Hay varias propuestas en estudio: Desde la más sencilla que indica. “Se hacen cargo las Empresas” hasta algunas muy ingeniosas tales como la creación del “Ingreso Ciudadano Universal” v que propone la creación de un Fondo solventado por los ahorros y utilidades que generan las adopciones de las nuevas tecnologías y que hacen que se dejen de abonar algunos salarios e incluso que el fisco resigne parte de sus ingresos. Este breve trabajo pretende solamente introducir el problema y ser quizás, el disparador para genera un gran debate que aporte las definitivas soluciones. Lo que no deja dudas: Los cambios tecnológicos agrupados en la I4.0 han llegado para quedarse y no puede prescindirse de ellos, pero, no dudamos, que se avecinan tiempos difíciles, tiempos de cambios profundos pero que, de ser adecuadamente encaminados podremos acceder a un futuro de grandeza y prosperidad. Estamos al borde de dar inicio a una sociedad nueva que podrá disponer y distribuir bienes producidos en abundancia y para todos o ante un abismo de conflictos, caos e injusticias aún más graves que las hoy padecemos, esta generación será partícipe de este nacimiento, el que -como todos los nacimientos- no estará exento de dolores.

Por Carlos Candiani, Profesor e Ingeniero Electrónico.

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