La reciente eliminación de retenciones para la exportación de productos industriales, oficializada mediante el Decreto 305/2025, representa un cambio fundamental en la política comercial de nuestro país. No se trata solo de una medida técnica; es una señal clara de que la Argentina busca integrarse de manera realista y estratégica al comercio internacional.
Desde hace años, quienes trabajamos en comercio exterior venimos señalando lo distorsivo que resultan los impuestos a la exportación, especialmente para sectores industriales que generan valor agregado, empleo calificado y divisas. Por eso, celebro esta medida. Es una muy buena noticia que sigue en la senda de la facilitación y de hacer que nuestras exportaciones tengan más competitividad.
La eliminación total de las retenciones para más de 4.400 posiciones arancelarias no es una decisión menor. Abarca desde autopartes hasta preparados farmacéuticos, pasando por maquinaria agrícola, cosméticos y componentes electrónicos. En concreto, beneficia a unas 3.580 empresas, es decir, cerca del 40% del universo exportador industrial argentino. En términos económicos, esto se traduce en una reducción de costos que puede marcar la diferencia entre acceder o no a un nuevo mercado.
Esta mañana, en una reunión con un cliente que exporta a Brasil, el ánimo era de celebración. Estas decisiones les cambian el panorama por completo. Ya no se trata solamente de producir con calidad, sino de tener condiciones fiscales que no penalicen el esfuerzo exportador. La unificación del tipo de cambio, sumada a esta eliminación de derechos de exportación, genera un combo mucho más favorable para proyectar negocios sostenibles y competitivos.
También valoro que esta medida no sea aislada, sino parte de una estrategia más amplia de simplificación y desburocratización. En un almuerzo reciente en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), se destacó cómo se están eliminando trabas que van desde restricciones sanitarias hasta límites arancelarios absurdos. Incluso se avanzó en la liberación para importar maquinaria usada, lo que permite a las pymes tecnificarse a un costo razonable.
La visión es clara: menos trabas, más competitividad. El ministro Sturzenegger fue muy enfático en señalar que el foco debe estar en reducir el gasto público para aliviar la presión impositiva sin comprometer el equilibrio fiscal. Y eso también es clave. No se trata de pedir beneficios sectoriales, sino de construir reglas de juego estables, simples y que premien el esfuerzo productivo.
Desde el Gobierno, se espera que esta decisión impulse el volumen exportado, genere nuevos empleos y dinamice las economías regionales. Pero esto no es automático. Requiere acompañamiento, infraestructura, acuerdos comerciales estratégicos y capacitación. Y, sobre todo, requiere una mirada de largo plazo. Las manufacturas industriales han crecido respecto a 2023, pero aún estamos lejos del pico de 2011. Esta medida puede ser el punto de inflexión que necesitábamos.
En definitiva, celebro que se estén dando pasos concretos para fortalecer el perfil exportador de nuestra industria. Nuestro país tiene talento, capacidad productiva y mercados por conquistar. Solo hacía falta empezar a eliminar las barreras internas que nos limitaban. Hoy, ese proceso ha comenzado con decisión. Ahora, es el momento de aprovecharlo.