Zona Franca de Bahía Blanca polo estratégico para Vaca Muerta y energías renovables 

Ofrece infraestructura clave para la industria energética y empresas vinculadas al desarrollo sostenible.

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16 julio, 2025

En un país que aún debate cómo insertarse de manera competitiva en el comercio global, las zonas francas son herramientas que todavía no han sido aprovechadas en toda su dimensión. En el sur de la provincia de Buenos Aires, la Zona Franca Bahía Blanca-Coronel Rosales busca posicionarse como un espacio estratégico para sectores como la energía, la logística y la industria, en articulación con el sistema portuario regional.

“Tenemos una zona franca que se pensó desde el origen para complementar al puerto. Esa es nuestra razón de ser”, afirmó Pablo Amarelle, gerente general de Zona Franca Buenos Aires Sur, empresa concesionaria del predio. En diálogo con Ser Industria Radio, analizó el funcionamiento del régimen, sus limitaciones normativas y el potencial que podría desarrollar si se actualiza su marco regulatorio.

“La provincia de Buenos Aires tiene la particularidad de tener dos Zonas Francas, algo excepcional ya que la ley establece una por provincia”, señala Amarelle. La de Bahía Blanca-Coronel Rosales, ubicada en un entorno netamente portuario, nació con un objetivo claro: aportar valor al sistema logístico regional y nacional.

Según explica su gerente general, esta zona franca abarca dos distritos, algo inusual y se extiende a lo largo de la ría Bahía Blanca, desde Puerto Rosales hasta Puerto Galván, sinergizando con el sistema portuario local. “Nuestra razón de ser es el puerto. Ahí está la clave de nuestra competitividad”, indicó.

Uno de los hitos de la zona fue la implementación de la primera Subzona Franca del país, en Puerto Galván. “Somos la principal terminal receptora de aerogeneradores en Argentina”, destaca Amarelle. “Hemos trabajado ampliaciones de plantas, ingresado equipos de perforación petrolera, isotanques, tuberías. Todo lo que necesita Vaca Muerta para crecer”.

El modelo de Subzonas Francas es una de las innovaciones destacadas de Bahía Blanca-Coronel Rosales. “Lo que está pasando hoy es que se deja de pensar en la zona franca como un único punto estático”, afirma. En su lugar, propone pensar en un sistema más flexible, con múltiples localizaciones y perfiles industriales según las necesidades regionales.

Este modelo permite atender distintas verticales de negocios: carga general, logística de proyectos, energía, reparación y mantenimiento de equipos, entre otros. “Tenemos usuarios que hacen cambio de aceite, limpieza industrial, prueba de aerogeneradores antes de entregarlos al cliente. Es un régimen que se adapta a cada empresa”.

Una herramienta desaprovechada

La ley de Zonas Francas en Argentina data de 1994. Mientras tanto, países como Uruguay y Colombia han convertido a las zonas francas en una política pública de desarrollo. “Ellos tienen regímenes mucho más aggiornados y profundos en beneficios fiscales, incluso en Ganancias”, apunta Amarelle.

En contraste, en Argentina la reglamentación presenta grises e incertidumbre. “En reparaciones, por ejemplo, la normativa no es clara en cómo rebajar insumos incorporados. Eso genera contingencias para todos: inversores, concesionarios y la Aduana”.

No obstante, reconoce que “con la ley actual también hay muchísimo por hacer”. En ese sentido, aboga por una modernización administrativa y remarcó que “hay reglamentaciones que se pueden modificar sin pasar por el Congreso. Hablamos de resoluciones, directivas o decretos que podrían dar viabilidad a muchos proyectos productivos”.

Actualmente, la Zona Franca Bahía Blanca-Coronel Rosales cuenta con más de 150 empresas usuarias, muchas de ellas, PyMEs. “Nuestros dos grandes enfoques son energía —incluyendo Vaca Muerta y renovables— y PyMEs”, señala Amarelle. En esa línea, destaca el trabajo de asesoramiento que realizan desde la concesionaria: “escuchamos sus necesidades y buscamos resolver cuellos de botella. Es un traje a medida”.

Aun así, admite que el régimen no está suficientemente difundido. “Puede ser que muchas industrias no conozcan todo el potencial que tienen. Por eso siempre decimos: ante cualquier duda, llamanos, estamos para ayudar”.

Amarelle sostiene que Zona Franca no debe pensarse solo para exportar. “En comercio exterior no existe solo exportación o solo importación. Siempre hay un flete muerto, siempre algo cojea”, explica. La clave, entonces, es verla como “una plataforma integral de comercio exterior con múltiples verticales”.

Una de las potencialidades poco aprovechadas es la atracción de inversiones industriales. “Con la ley actual, la radicación es para exportar, pero eso debería replantearse. La competitividad se logra por sí sola si el entorno es favorable”, asegura.

Competir fabricando en Argentina

Uno de los argumentos más sólidos que plantea Amarelle es el de la tarifa invertida, un régimen que ya funciona en Estados Unidos. “Si una empresa importa una pala mecánica entera paga cero arancel. Pero si otra empresa quiere fabricarla acá e importa los componentes pagando 30% o más, es imposible competir”.

Por eso, sugiere analizar lo que hace Estados Unidos. “Allí crearon un sistema para permitir que una empresa fabrique en Zona Franca e importe los insumos pagando menos, para lograr igualdad de condiciones. Esa empresa termina exportando, sustituyendo importaciones y generando industria local”.

Amarelle aclara que no se trata de resignar tributos sino de tener un régimen inteligente. “Estados Unidos logra competitividad no por dar más beneficios fiscales, sino por aplicar reglas de juego claras que igualan al productor local con el extranjero”.

¿Es la Zona Franca la única vía para la industrialización argentina? Amarelle fue cauto y manifestó que “no es la única, pero sin duda es una herramienta extremadamente valiosa. Está probada en el mundo y podría generar muchísimo valor si se la mejora”.

El especialista colombiano Martín Ibarra, sostiene que el día que Argentina quiera industrializarse, tendrá que usar la zona franca. “Martín viene trabajando hace años para posicionar este régimen. Han hecho estudios en Colombia que muestran que por cada dólar que el Estado deja de percibir, recauda cuatro más en la economía real”, comentó Amarelle y concluyó que en el país falta decisión política y actualización normativa porque “la herramienta ya está. Solo hay que aprovecharla”.

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