En el centro de una nueva economía que gana terreno en todo el mundo, las Empresas B se consolidan como un modelo empresarial que combina rentabilidad con compromiso ambiental y social. Lejos de responder únicamente a los intereses de sus accionistas, estas organizaciones redefinen el propósito de hacer negocios y promueven un paradigma que prioriza a las personas y al planeta.
Frente a la urgencia climática, la desigualdad estructural y la demanda de mayor transparencia por parte de consumidores e inversores, el movimiento B plantea una transformación profunda. Su propuesta es clara: las empresas pueden y deben ser agentes de cambio. No se trata solo de minimizar daños, sino de generar un impacto positivo medible en la sociedad y el ambiente.
En Argentina, 264 compañías ya obtuvieron la certificación B, un sello que avala altos estándares de desempeño social, ambiental y de gobernanza (ESG). Estas empresas forman parte de un ecosistema colaborativo en expansión que integra innovación, sostenibilidad y propósito en la estrategia de negocio.
Desde su rol como abogada, cofundadora y copresidenta de Sistema B Argentina, Fernanda Mierez impulsa este cambio desde sus raíces. En diálogo con Ser Industria Radio, explicó cómo funcionan las Empresas B, cuál es su impacto real en el país y por qué representan una oportunidad clave para construir una economía más inclusiva, equitativa y regenerativa.
“Las Empresas B, para hacerlo sencillo, están verificadas por un organismo radicado en Estados Unidos y llamado B Lab. Obtienen la certificación al cumplir con altos estándares de desempeño social, ambiental y de transparencia”, señaló la experta.
A diferencia de otras certificaciones que evalúan procesos específicos, esta abarca a toda la empresa. “Se buscan que, al mismo tiempo, generan rentabilidad, impacto social y ambiental. De esa manera definen un propósito, la huella que quieren dejar en la sociedad y en el mundo…”.
Este cambio de paradigma implica salirse de la lógica empresarial tradicional enfocada únicamente en maximizar utilidades. “Se comprometen a una mejora continua… Miden y gestionan su impacto en un proceso permanente”, agrega Mierez.
Un movimiento global con raíces locales
El Movimiento B es una iniciativa global que nació en Estados Unidos. En América Latina, la expansión fue impulsada por los cofundadores del Sistema B Internacional. “Es un sistema económico inclusivo, equitativo y regenerativo para todas las personas y el planeta”, puntualizó Mierez. La visión es clara: construir un nuevo modelo que ponga en el centro a la persona y al planeta.
Además de su propósito individual, las Empresas B forman parte de un ecosistema colaborativo. “Uno se va agrupando con quienes ven la realidad de una forma distinta y quieren emprender negocios de una manera distinta”, explicó.

Desde la organización internacional, se impulsa esta red. “Promovemos la comunidad de Empresas B y su integración con pares en la cadena de valor”, aclaró la especialista y remarcó que “esta certificación muchas veces es un punto de partida, no el punto de llegada”.
Asimismo, afirmó que la sostenibilidad se ha convertido en una ventaja competitiva. “Estamos viendo cada vez mayor interés por parte de las empresas”, sostuvo. Muchas compañías utilizan la herramienta de evaluación de impacto B como guía, certificadas o no. “Es una buena herramienta de gestión. También tenemos otros espacios como el Círculo de Impacto, donde las empresas comparten buenas prácticas”.
Rentabilidad con propósito
La viabilidad económica del modelo es uno de sus grandes diferenciales. “Estamos viendo que las empresas que aplican, realmente se vuelven más competitivas”, aseguró Mierez. Añadió que incorporar aspectos sociales y ambientales “permite minimizar los riesgos”. Aunque parezca un gasto, “los mercados internacionales están exigiendo estos altos estándares”. Desde su experiencia legal, lo resumió expresando que “cuanto se adopten estas nuevas formas de hacer negocios, más competitividad se gana”.
Pero además, la certificación B también abre puertas en el mercado internacional. “El sistema de Argentina es parte de un movimiento global. Las empresas desembarcan en otros países acompañadas por otras Empresas B. Este sello de identidad permite obtener confianza previa para hacer negocios”.
A su vez, el modelo también pone foco en el capital humano. “La evaluación recorre los cinco aspectos de la empresa. Uno de ellos es comunidad interna”. Esto mejora la marca empleadora, algo clave en la retención de talento joven“.

Los principios de la economía circular están presentes. Las compañías que se suman, tratan de generar los menores residuos posibles. “Logramos mostrar que se puede hacer negocios de una manera responsable”, indicó y aclaró que “el movimiento B no busca empresas perfectas, son empresas que se preguntan si su crecimiento es positivo para el planeta y las personas”.
Una de las iniciativas más importantes del Sistema B Argentina es la creación de una figura legal reconocida: las Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC). “Queremos una regulación pública que reconociera este tipo de empresas”, manifestó.
La ley busca crear un modelo híbrido, entre organizaciones con fines de lucro y ONG, que combine rentabilidad con propósito. “Se comprometen a realizar un reporte de impacto y a modificar sus estatutos”. En 2017 tuvo media sanción, pero luego perdió estado parlamentario. “El año pasado se presentó uno de los proyectos que impulsamos desde Sistema B”. La iniciativa no propone beneficios impositivos, sino reconocimiento jurídico. “Se orienta a permitir que quien quiera emprender con propósito tenga una figura jurídica clara”, manifestó.
Las Empresas B también acceden a instrumentos financieros innovadores. “Se reducen muchos riesgos al momento de que un inversor vea que hay impacto social y ambiental, además de rentabilidad”. Desde el estudio Beccar Varela, Mierez acompaña procesos de bonos verdes, sociales y sustentables. “Hemos visto sobresuscripción con tasas muy competitivas y un interés muy fuerte de los mercados de capitales y de los bancos”.