Votar es el único momento que nos iguala

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24 agosto, 2021

Estamos a 20 días de una nueva elección nacional y hay mucho abatimiento e indiferencia en las calles, en el contexto de un país en el que, en los últimos 10 años, son más las empresas que cierran que las que abren sus puertas.

Nos ponemos contentos cuando se anuncia la incorporación de 1.200 empleados, como lo hizo Mercado Libre. Pero es una cifra ínfima al compararla con la cantidad de desocupados, que ronda 1.300.000 personas.

En nuestro país, sólo para alimentarse, según los recientes datos oficiales, una familia necesita 29.000 pesos.  La canasta básica total, que incluye los gastos mínimos del hogar, servicios, movilidad, para no caer en la pobreza, supera los 68 mil pesos. ¿Cuántos sueldos no llegan a esa cifra? ¿Y jubilaciones? ¿Cómo viven esas personas que, después de aportar 30 o más años al sistema previsional, perciben 25 mil pesos?  

Quizás porque pasan los meses, los años y seguimos hablando de lo mismo, nos acostumbremos a vivir así. Como nos acostumbramos a los hechos de inseguridad, a encerrarnos tras las rejas para protegernos o yendo a una frivolidad, el fútbol sin público visitante. Tal vez, ya no nos sorprenda que haya 20 millones de pobres y casi 5 millones de indigentes, entre 45 millones de argentinos. 

Y por eso, dejemos de evaluar los retrocesos que caracterizan a nuestra sociedad. Recuerdo que, hace ya 30 años, en los 90, la dirigencia política prohibió la circulación de carros tirados por caballos por las calles, condenando el maltrato animal. Hoy vemos cosas peores. Hombres jóvenes y adultos haciendo el trabajo de los caballos y sus hijos revolviendo la basura, juntando cartones o plásticos, a su alrededor. Una expresión penosa para cualquier tipo de análisis.

Mientras tanto, con emisión o sin ella, los recursos públicos siempre están, aunque para otras cosas. 

Un pequeño ejemplo, es el gasto electoral. El Estado financia la impresión de las boletas de todos los partidos que se presentan en las PASO y luego en las generales de noviembre. Por cada boleta, todos los contribuyentes vamos a pagar $1,33, para cada uno de los casi 34 millones de votantes. Se imprimirán 5 boletas por votante, por cada partido o alianza. Sólo en provincia de Buenos Aires, el 12 de septiembre habrá 28 listas de diputados en el cuarto oscuro. 

Eso aproximadamente, es un gasto que supera los 2700 millones de pesos. En noviembre, se supone que será un valor menor porque habrá menos listas. Y hay muchos costos más alrededor del sufragio, como los espacios que los medios ceden a la propaganda.

Celebro que podamos votar, expresarnos organizadamente, al menos cada dos años, a pesar de que poco se respete la voluntad popular.

Pero, ¿podría buscarse un sistema electoral que demande menos pesos, para destinar ese dinero a generar emprendimientos productivos? Claro que sí, pero no hay mucho interés en los dirigentes.

Cómo tampoco hay interés en debatir proyectos e ideas para salir de esta larga decadencia. Prueba de ello son los discursos que piden el voto porque se necesitan más legisladores propios “para imponer iniciativas”, como lo ha expresado el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa en el reciente acto de La Plata. Es una clara negación del espíritu democrático que necesitamos y denota la vocación de estrechar las ideas en lugar de enriquecerlas en beneficio de todos.

No es nada nuevo y quizás sea otra muestra del egoísmo de la dirigencia. Ya en 1985, el radicalismo con el slogan “No le ate las manos a Alfonsín”, planteaba ese propósito y en el mismo sentido se orientaron los gobiernos que lo sucedieron. 

Quedan pocas semanas para volver a sufragar y es la oportunidad de, por lo menos, intentar ampliar la mirada para no seguir cuesta abajo. 

Es doloroso admitirlo, pero votar es el único momento que nos iguala, está claro la justicia no lo es. Cada sobre que ingresa en la urna, vale lo mismo que el resto. 

Hay mucha apatía, descreimiento y desinterés. Es lógico, luego de tantos desencantos y promesas incumplidas. También es una responsabilidad que debemos asumir. 

Tenemos que ir a votar. Por nosotros, por nuestros hijos y el resto de la sociedad, si es que queremos vivir en un país mejor.

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