La bajante del Paraná incrementa el riesgo de incendios en su área de influencia  

3 agosto, 2022

El subgerente del Sistema de Información y Alerta Meteorológico del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Borús, analizó las consecuencias de la crisis hídrica que desde marzo de 2020 afecta a los ríos Paraná y Paraguay. En ese sentido, estimó que la crítica situación continuará a lo largo del año.

En el mismo contexto, refirió que, además de las dificultades que genera a la navegación, esta realidad impacta en otras cuestiones, entre ellas la provisión de agua en las localidades aledañas, el aumento de la probabilidad de incendios y el recurso íctico.

Asimismo, el especialista explicó en Ser Industria Radio, cuáles son los hechos que deben suceder para que el nivel de la vía troncal navegable se normalice y consideró que sería muy importante que las provincias y los municipios se integren a los organismos nacionales, para constituir un sistema federal que permita afrontar las posibles inundaciones o sequias.

El nivel del río Paraná no logra recuperarse. ¿Qué se espera para los próximos meses?

Hay una preocupación lógica. Estamos observando la continuidad de un fenómeno que empezó a manifestarse en marzo del 2020 como bajante persistente del Paraná. Hasta ahora y tomando como referencia estadística la escala de Rosario, es la más larga en casi 140 años. Hemos tenido mejoras puntuales, momentos en que se acentúa la bajante, como en enero de este año. Tuvimos mejoras en algunas partes de la Cuenca, pero en términos generales seguimos en el mismo escenario que preocupa tanto a Argentina, como a Brasil y especialmente a Paraguay en materia de navegación. Todo el arco portuario de Santa Fe, Paraná, para abajo está marcado por esta bajante. La preocupación es lógica porque no se ven mejoras en el corto plazo.

¿Está igual que hace un año?

Para caracterizar la situación basta decir que hoy estamos en el término de dos metros por debajo del nivel normal frente a Rosario, pero un metro y un poquito más por encima de los niveles críticamente bajos que vimos a principio de este año y que fueron absolutamente descalificadores de toda navegación. Es muy probable que continuemos en las condiciones actuales y la previsión para adelante es que estaremos mejor que el año pasado. Alguien diría que eso no costaría mucho y es cierto, pero vamos a estar mejor que el año pasado y que el 2020.

¿Cómo será la salida de esta situación?

Está definido absolutamente que la salida será gradual. La perspectiva climática no permite imaginar que sea brusca. El viernes se hizo la reunión mensual del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que convoca a todos los climatólogos que se animen a hablar de pronóstico y a los usuarios de la tendencia climática. Participo por parte del INA. En febrero del 2023 cumple 40 años el Sistema de Alerta Hidrológico de la Cuenca del Plata y desde entonces estamos semanalmente en relación con el SMN. Lo remarco porque aún hoy, después de todas las mejoras que ha tenido el SMN, todavía está el usuario que prefiere escuchar a cualquier otro que se la da de meteorólogo, climatólogo, futurólogo. Por eso invito a ese usuario que repare un poco en el SMN, porque es la información oficial, con mucho respeto al clima. Siempre prefiero no hablar de cambio climático, sino de variabilidad climática potenciada, que es la manifestación más evidente de ese cambio climático. Eso nos obliga a ser muy cautos con el horizonte de tendencias que en todas las reuniones del SMN se plantean a tres meses y esta vez fue hasta el 31 de octubre. 

Es preciso reconocer que cada vez que hemos hablado la información fue muy precisa, aunque lamentablemente la perspectiva no es la que deseamos…

No hay visos de cambios significativos. Por supuesto que, más allá de los tres meses, ya empieza a estar el albur de cada uno de imaginarse cómo va a cambiar. Animo a pensar que hasta fin de año no va a haber cambios significativos, inclusive es importante analizar que el clima responde a un escenario regional. Eso nos obliga a compartir información con los vecinos de la Cuenca del Plata, especialmente Brasil y ese diálogo permanente nos permite ir imaginando cómo será el caudal entrante a territorio argentino, ya sea por el lado del río Paraguay a la altura de Formosa, como del lado por el Paraná altura Yacyretá y como la vía fluvial se puede ir condicionando. Ver la posibilidad de, eventualmente, alguna ventana especial de descarga de las represas para que los paraguayos puedan traer con los trenes de barcazas parte de la cosecha. Ese tipo de cosas se analizan permanentemente. Todos compartimos una visión en la que no tenemos en vista la salida de esta situación.

¿Cuál es la perspectiva para la navegación?

El tema de la navegación fluvial sigue siendo complicado. Tuvimos tres otoños consecutivos con niveles críticos. Elaboro un informe especial para los navegantes fluviales y la gente de Jan de Nul. Se acostumbraron a ver la “mishiadura”, niveles tremendamente bajos y han adecuado la logística en navegación y operación portuaria a esa condición que no tiene visos de cambio. De todos modos, no creo que se agrave mucho más, pero tampoco hay una mejora esperable en el corto plazo.

¿Produce otros impactos esta bajante tan pronunciada?

El problema no solamente es la bajante, sino la sequía regional que hace que en muchas ciudades alejadas de los grandes ríos sea muy difícil captar agua subterránea. Esa sequía pega duro, hay muchos problemas, hasta de salinización de aguas. Hay otros tres impactos importantes. El que motivó el DNU de Emergencia Hídrica en marzo del 2020 y se prorrogó hasta el 31 de octubre de este año. Las siete provincias relacionadas directamente con el Paraná tienen una afectación de sus tomas de agua muy grande. Se ha mejorado mucho, pero todavía queda trabajo pendiente en la adaptación de las tomas, teniendo en cuenta que la bajante va a durar mucho, vendrá la época estival y la mayor demanda de agua va a complicar. Por otro lado, aunque la bajante terminara mañana y volvamos a niveles normales, la variabilidad climática y el cambio climático que se manifiestan, pueden hacer que en muy poco tiempo volvamos a estar en una bajante de aquí a “equis” años. En el medio quizá tengamos una crecida del tamaño de la de 2016. Por eso hay que hacer todo lo necesario. Los otros dos impactos, son los incendios que tienen que ver con la condición de bajante que deja al desnudo un valle fluvial que tiene mucha carga orgánica y termina siendo combustible. En la reunión del viernes el Servicio Nacional de Manejo de Fuego presentó el informe que destacó los incendios en la cabecera del Delta. La bajante hace que los niveles de los esteros y los árboles bajos estén expuestos. La tendencia marca que se van a incrementar los incendios de aquí a fin de año. Otro impacto es en la fauna íctica. Mucha gente vive de la pesca artesanal y está sufriendo duramente el tema. Es un impacto que no hay que dejar de mencionar, aunque no se puede hacer nada al respecto, porque si se hiciera una ventana de descarga de las presas de embalse, no se resuelve definitivamente. La solución depende del clima.

¿Qué debería pasar para que el Paraná vuelva a oscilar en niveles normales sostenidamente?

Se tienen que dar tres condiciones. La primera es que haya lluvias por encima de lo normal en la franja que barre la cuenca no regulada del Paraná, la provincia de Misiones, el este de Paraguay, la cuenca del Iguazú. Después hay que darle tiempo para que la condición de suelos se normalice y a medida que eso vaya pasando se iría dando el tercer paso, que los afluentes al río Paraná vayan mejorando. Hay algunos afluentes que están prácticamente secos en la alta cuenca del Paraná. El Salado santafesino está en niveles mínimos, realmente es un charquito que se cruza caminando. Lamentablemente, por ahora ni siquiera el primer paso tiene visos de manifestarse.

Por la importancia económica, la atención se centra en los ríos Paraná y Paraguay. ¿Cuál es el comportamiento del río Uruguay?

Es muy interesante, porque pertenece a la Cuenca del Plata, descarga en el río de La Plata. El caudal que está entrando en Salto Grande se puede explicar con lo que llovió en las últimas tres semanas. Tiene una memoria muy corta y eso significa que nuestro horizonte de prospección también es corto. Dentro de un panorama de tres meses, por las conclusiones de la reunión del viernes, toda la Cuenca del Uruguay va a tener lluvias por debajo de lo normal. Se pueden dar eventos de corto plazo que permitan una buena reacción, especialmente de la Cuenca media del lado brasileño y que haga que el caudal entrante de Salto Grande se mantenga en los valores medios, similares a los que está teniendo desde mayo. Todo el río Uruguay tanto en cuenca alta, media, inferior, la entrerriana, uruguaya, está teniendo caudales y niveles dentro de la franja de oscilación media. Incluso en junio, la crecidita del Iguazú, absolutamente pobre, motivó que se llegará a nivel de evacuación en Paso de los Libres. Más contraste que eso con el Paraná, no puede haber. En el Uruguay tenemos una perspectiva en principio mucho mejor, especialmente del lado energético. La Central Hidroeléctrica de Salto Grande está generando en el orden de los 5000 metros cúbicos por segundo entrante, cuando la capacidad instalada es del orden de 8400 a 9000, pero está bien.

Estamos transcurriendo el tercer año de esta crisis. ¿Aprendimos algo?

Me parece que sí. Por ejemplo, en el intercambio de información de todos los actores, en la formación de mesas de discusión sobre el tema, en la llegada de las conclusiones a las provincias. Algunas iniciativas estructurales, como puede ser la provisión de bombas, mucha tarea de gabinete que se hace en el INA, que significa abordar la problemática en todas las áreas, con investigaciones, estudios, una síntesis de la información cada vez mejor. Cuando empezó la bajante me preguntaban qué mensaje darle a la población. En ese momento decíamos que se estaba dando una bajante en el tercio húmedo del país, acostumbrado a derrochar el agua, donde a veces nos quejamos de que nos sobra, mientras los dos tercios áridos y semiáridos de Argentina cuentan las gotas. Se daba la situación de que ahora nosotros también contábamos las gotas. Entonces era una excelente educación histórica para que la gente tomara conciencia y se percatara que el agua que llega a la canilla de su casa tiene un costo, aún en una situación de inundación, porque hay que captarla, acondicionarla, potabilizarla, distribuirla… todo eso depende de cómo está el río. En una situación de aguas bajas, como la que vivíamos en ese momento, la calidad del agua que se captaba, ya sea por sedimentos o concentración de contaminantes, era peor que lo normal, por lo tanto, tenía un costo importante. Ese mensaje se fue dando y me animo a decir, espero no pecar de optimista, que algo se ha aprendido, según la información que tengo y cómo en cada provincia se manejó esta cuestión. En muchas ciudades del litoral se han adoptado criterios de regulación del uso, no coercitivamente, sino que la gente ha entendido que debemos ser más cuidadosos, que el agua cuesta. Eso hay que sostenerlo, recordando estos conceptos permanentemente y lo mejor que se pueda.

Más allá de que todo vuelva a la normalidad…

Si volviéramos naturalmente a una condición normal no me olvidaría de esta situación y volvería a insistir con lo que cuesta el agua. También es imprescindible decir, porque es importante, que el país entero tiene que aprender a mejorar la relación entre Nación y Provincias. Somos un país federal, me animo a decir con mi experiencia personal que en muchas cosas y mucha gente va a coincidir conmigo, tenemos un funcionamiento casi unitario.

¿Se va avanzando en eses aprendizaje?

Cuando se hacen reuniones, ya sea del Consejo Federal del Sistema Nacional de Gestión Integral de Riesgos (SINAGIR), el Consejo del Comité Hídrico Federal o cualquier Comité Federal, las provincias poco a poco y con mucha lentitud, van asumiendo su rol. Quiero que las provincias y especialmente las ciudades ribereñas, asuman que es mucho lo que pueden hacer y aportar interactivamente con la Nación. Organismos como el SMN, la CONAE, el INTA, el INA, por mencionar algunos, interactuamos entre nosotros muy fuertemente y podemos organizar equipos de trabajo con los municipios para abordar la problemática, tanto de las inundaciones por desbordes como las inundaciones urbanas repentinas, que se puedan dar habida cuenta de dos conceptos que estamos manejando y me parece importante recordar. Argentina es el país que tiene la mayor concentración de población en área urbana de Latinoamérica, ya es el 95%, una barbaridad. Si a eso le sumamos el hecho de que el cambio climático indica que hay cada vez una mayor probabilidad de tormentas intensas urbanas, eso nos está llamando a los gritos a que hagamos un trabajo conjunto con las áreas locales, capacitarlas si es necesario. Que el intendente se sienta el dueño de la realidad en la atención a la emergencia y que todas las capacidades que hay en los organismos nacionales derive a apoyar su acción a través del SINAGIR, que está totalmente aceitado y responde a una ley señera como la 27.287, que es un lujo para Argentina.

¿Qué hace falta para ello?

Que las provincias asuman su rol, su potestad en el Consejo Federal. Ese es el mensaje más fuerte que puedo dar hoy y que sería una mejora realmente muy importante. Hacia eso propendemos todos los que estamos trabajando en esos organismos que mencioné, en pos de esa mejora, integrando lo que se hace a nivel nacional, con lo que se haga a nivel provincial. Creo que es muy importante decirlo.

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