Un joven navegará por el Limay con una balsa reciclable

11 mayo, 2014

Navegar el río Limay hasta Neuquén y luego el río Negro hasta el océano Atlántico es el objetivo de Federico González, profesor de Educación Física, nacido en Cipolletti pero que desde chico vivió en Neuquén capital y Plottier.

El joven de 27 años se encuentra acampando sobre la orilla del río Ñiri Huau ultimando los detalles de la embarcación, construida con elementos reciclables.

Hace unas semanas, González llegó hasta allí desde el norte de Chile, donde vive actualmente. Scarlett Pinto, ingeniera en administración de empresas, y Eduardo Cáceres, ingeniero civil, lo ayudaron a juntar los elementos necesarios. Además, recibieron donaciones de botellas, bidones, maderas, tanques, gomones y otros provenientes de la naturaleza.

González comentó que la idea de navegar el Limay apareció hace cuatro años, cuando volvió a la zona.  “Qué bueno sería tirarse en gomón al río Limay”,pensó. En un principio planeó hacerlo desde Arroyito hasta Plottier, pero con el tiempo su objetivo se acrecentó. “Cuando volví a ver el Limay, lo grande que es, me volví loco. Empecé a estudiar cosas del río. Podría ser más fácil hacer esto en verano, pero el desafío fue otro: dar a conocer cómo es hacerlo en invierno con las condiciones climáticas desfavorables”, explicó.

El joven sabe que la travesía es difícil. Además de navegar, Federico tiene la idea de escribir crónicas sobre esta experiencia (por ahora las sube al blog cronicasdebalsa.blogspot.com.ar/) y luego volcarlas en un libro.

“He planeado esta travesía con las infaltables ganas de explorar este hermoso ecosistema mundial en el cual nos ha tocado vivir”, escribió Federico al inicio de su travesía, en La Sirena, Chile, en marzo, cuando emprendió sus primeros pasos “sin leer los grandes manuales ni guiado por los expertos en el tema, confiando en el aprendizaje a través de la experiencia”.

En las últimas horas, Federico junto con sus amigos ya construyeron la estructura con diversos elementos como troncos y tubos de PVC de 2 metros de largo cada uno. “Tiramos la estructura al agua del río Ñirihuau para ver qué onda, y flota”, contó entre risas, mientras sigue recogiendo bolsas de arpillera para llenarlas con botellas.